No hay pena en este silencio.
Hay ego y cosas marchitas y la serena conviccion de la estepa inyectada en las sienes de todos aquellos que observan sin decoro, lo que de por si, no se derrama.
Destrozo el habito iracundo, con modesta disonancia.
Desciendo descomunante, incompetente.
En estragos me ajeo pero no se nota. No lo dejo notar.
Me encuentro así. Partida.
Por dentro agrietada.
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