En cuanto Ideas, lo Pequeño y lo Grande designan a la vez dos formas y dos concepciones distintas pero capaces también de pasar la una a la otra. Tienen aún un tercer sentido, y designan Visiones que merecen tanto más el nombre de Ideas.
y aunque esto sea aplicable a todos los autores que estamos estudiando, querríamos considerar el cine de acción de Herzog como un caso extremo. Porque esta obra se distribuye según dos temas obsesivos que constituyen una suerte de motivos vísuales y musicales.
En uno, el hombre de la desmesura frecuenta un medio también desmesurado, y concibe una acción tan grande como el medio. Es una forma SAS (pequeña forma), pero muy particular: en efecto, la acción no es requerida por la situación, es una empresa alocada, nacida en la cabeza de un iluminado y que parece ser la única que puede igualar al medio entero. O más bien la acción se desdobla: está la acción sublime, siempre más allá, pero ella misma engendra una acción diferente, una acción heroica, que por su cuenta se enfrenta con el medio, penetrando lo impenetrable, franqueando lo infranqueable. Hay, por tanto, a la vez una dimensión alucinatoria en que el espíritu actuante se eleva hasta lo ilimitado en la Naturaleza, y una dimensión hipnótica en que el espíritu afronta los límites que la Naturaleza le opone. Y las dos son diferentes, tienen una relación figural. En Aguirre, la cólera de Dios, la acción heroica, la bajada de los rápidos, está subordinada a la acción sublime, única adecuada a la inmensa selva virgen: el proyecto de Aguirre de ser el único Traidor y de traicionarlo todo a la vez, a Dios, al rey, a los hombres, para fundar una raza pura en la unión incestuosa con su hija, de tal modo que la Historia se convertirá en la «ópera» de la Naturaleza. Y, en Pitzcarraldo, lo heroico (la travesía de la montaña por el pesado barco) es aún más directamente el medio de lo sublime: que la selva virgen entera se convierta en el templo de la Opera de Verdi y de la voz de Caruso. El Corazón de cristal, finalmente, el paisaje de Baviera cobija la obra hipnótica del cristal-rubí, pero se desborda además en los paisajes alucinatorios que llaman a la búsqueda del gran abismo de Universo. Así lo Grande se realiza en cuanto Idea pura, en la doble naturaleza de los paisajes y de las acciones.
Pero en el otro tema, o según la otra vertiente de la obra de Herzog, lo que se vuelve Idea es lo Pequeño, realizándose primeramente en los enanos que «también ellos comenzaron pequeños», y prolongándose en hombres que, a su vez, nunca
cesaron de ser enanos. Ya no son «conquistadores de 10 inútil», sino seres inutilizables. Ya no son iluminados, sino débiles, idiotas. Los paisajes se adelgazan o se achatan, se vuelven tristes y sombríos, incluso tienden a desaparecer. Los seres que los frecuentan ya no disponen de Visiones, sino que parecen reducidos a un tacto elemental, como los sordomudos de Land des schweigens und der dunkelheit, y marchan a ras de tierra, siguiendo una línea imprecisa que no les concede una pausa, un resto de visión, más que entre dos sufrimientos, al ritmo de sus pasos o de sus pies monstruosos. Es la marcha de Gaspar Hauser por el jardín del profesor. Es Stroszek, con su enano y su prostituta, su línea de fuga de Alemania hacia una América calamitosa. Es Nosjeratu, tratado al revés que Murnau, tornado en una regresión uterina, feto reducido a su cuerpo débil y a lo que él toca y chupa, y que no se propagará por el universo sino bajo la forma de su sucesor, pequeño punto huidizo sobre el horizonte de una tierra chata. Es Woyzeck, siempre rebajado a su propia Pasión y donde la tierra, la luna roja, el estanque negro no son más que inducidos de índices entrecortados, en vez de synsignos grandiosos. Esta vez se trata, por tanto, de la pequeña forma ASA’, pero reducida ella misma a su aspecto más achacoso. Porque en los dos casos, la sublimación de la gran forma y la invalidación de la pequeña, Herzog es metafísico. Es el más metafísico de los autores de cine (si el expresionismo alemán estaba ya impregnado de metañsica,
era dentro de los límites de un problema del Bien y del Mal, indiferente a Herzog). Cuando Bruno hace su pregunta: ¿a dónde van los objetos que ya no se usan?, se podría responder que normalmente van al cesto de la basura, pero esta respuesta sería insuficiente porque la pregunta es metafísica. Bergson formulaba la misma, y respondía metafísicamente: lo simplemente. Y cuando Herzog observa: el que camína está indefenso, aun se podría decir que el caminante está desprovisto, en efecto, de toda fuerza en relación con los autos y los aviones. Pero, también
aquí, la observación era metaffsica.” «Absolutamente indefenso», así se definía el propio Bruno. El caminante está indefensa, porque es aquel que comienza a ser, y no acaba de ser pequeño. Es la marcha de Gaspar, la marcha de lo innombrable.
Y he aquí a lo Pequeño entablando con lo Grande una relación tal que las dos Ideas se comunican y, perrnutándose, forman figuras. El sublime proyecto del iluminado fracasaba en la gran forma, y toda su realidad pasaba a lo achacoso: Aguirre acababa solitario sobre su balsa enlodada teniendo por única raza una camada de monos; Fitzcarraldo se ofrecía como último espectáculo una mediocre compañía operística cantando ante un escaso público y un cerdito negro; y el incendio de
la cristalería no alcanzaba otro desenlace que los obreros juntando los pedazos. Pero, inversamente, los achacosos que marchan en la pequeña forma tienen tales relaciones de tacto con el mundo que hinchan e inspiran la imagen misma, como cuando el niño sordomundo toca un árbol, un cactus, o cuando Woyzeck, al contacto de la madera que está cortando, siente ascender las potencias de la Tierra. Y esta liberación de valores táctiles no se contenta con inspirar la imagen: la entreabre, y reintroduce en ella vastas visiones alucinatorias, de vuelo, de
ascensión o de travesía, como el esquiador rojo en pleno salto en Land des schweigens und der dunkelheit, o los tres grandes sueños de paisajes de El enigma de Gaspar Hauser. También aquí, pues, se asiste a un desdoblamiento análogo al de lo sublime; y todo lo sublime vuelve a hallarse del lado de lo Pequeño. Este, como en Platón, no es menos Idea que lo Grande. En un sentido y en el otro, Herzog habrá demostrado que las gruesas patas del albatros y sus grandes alas blancas eran la misma cosa.
y aunque esto sea aplicable a todos los autores que estamos estudiando, querríamos considerar el cine de acción de Herzog como un caso extremo. Porque esta obra se distribuye según dos temas obsesivos que constituyen una suerte de motivos vísuales y musicales.
En uno, el hombre de la desmesura frecuenta un medio también desmesurado, y concibe una acción tan grande como el medio. Es una forma SAS (pequeña forma), pero muy particular: en efecto, la acción no es requerida por la situación, es una empresa alocada, nacida en la cabeza de un iluminado y que parece ser la única que puede igualar al medio entero. O más bien la acción se desdobla: está la acción sublime, siempre más allá, pero ella misma engendra una acción diferente, una acción heroica, que por su cuenta se enfrenta con el medio, penetrando lo impenetrable, franqueando lo infranqueable. Hay, por tanto, a la vez una dimensión alucinatoria en que el espíritu actuante se eleva hasta lo ilimitado en la Naturaleza, y una dimensión hipnótica en que el espíritu afronta los límites que la Naturaleza le opone. Y las dos son diferentes, tienen una relación figural. En Aguirre, la cólera de Dios, la acción heroica, la bajada de los rápidos, está subordinada a la acción sublime, única adecuada a la inmensa selva virgen: el proyecto de Aguirre de ser el único Traidor y de traicionarlo todo a la vez, a Dios, al rey, a los hombres, para fundar una raza pura en la unión incestuosa con su hija, de tal modo que la Historia se convertirá en la «ópera» de la Naturaleza. Y, en Pitzcarraldo, lo heroico (la travesía de la montaña por el pesado barco) es aún más directamente el medio de lo sublime: que la selva virgen entera se convierta en el templo de la Opera de Verdi y de la voz de Caruso. El Corazón de cristal, finalmente, el paisaje de Baviera cobija la obra hipnótica del cristal-rubí, pero se desborda además en los paisajes alucinatorios que llaman a la búsqueda del gran abismo de Universo. Así lo Grande se realiza en cuanto Idea pura, en la doble naturaleza de los paisajes y de las acciones.
Pero en el otro tema, o según la otra vertiente de la obra de Herzog, lo que se vuelve Idea es lo Pequeño, realizándose primeramente en los enanos que «también ellos comenzaron pequeños», y prolongándose en hombres que, a su vez, nunca
cesaron de ser enanos. Ya no son «conquistadores de 10 inútil», sino seres inutilizables. Ya no son iluminados, sino débiles, idiotas. Los paisajes se adelgazan o se achatan, se vuelven tristes y sombríos, incluso tienden a desaparecer. Los seres que los frecuentan ya no disponen de Visiones, sino que parecen reducidos a un tacto elemental, como los sordomudos de Land des schweigens und der dunkelheit, y marchan a ras de tierra, siguiendo una línea imprecisa que no les concede una pausa, un resto de visión, más que entre dos sufrimientos, al ritmo de sus pasos o de sus pies monstruosos. Es la marcha de Gaspar Hauser por el jardín del profesor. Es Stroszek, con su enano y su prostituta, su línea de fuga de Alemania hacia una América calamitosa. Es Nosjeratu, tratado al revés que Murnau, tornado en una regresión uterina, feto reducido a su cuerpo débil y a lo que él toca y chupa, y que no se propagará por el universo sino bajo la forma de su sucesor, pequeño punto huidizo sobre el horizonte de una tierra chata. Es Woyzeck, siempre rebajado a su propia Pasión y donde la tierra, la luna roja, el estanque negro no son más que inducidos de índices entrecortados, en vez de synsignos grandiosos. Esta vez se trata, por tanto, de la pequeña forma ASA’, pero reducida ella misma a su aspecto más achacoso. Porque en los dos casos, la sublimación de la gran forma y la invalidación de la pequeña, Herzog es metafísico. Es el más metafísico de los autores de cine (si el expresionismo alemán estaba ya impregnado de metañsica,
era dentro de los límites de un problema del Bien y del Mal, indiferente a Herzog). Cuando Bruno hace su pregunta: ¿a dónde van los objetos que ya no se usan?, se podría responder que normalmente van al cesto de la basura, pero esta respuesta sería insuficiente porque la pregunta es metafísica. Bergson formulaba la misma, y respondía metafísicamente: lo simplemente. Y cuando Herzog observa: el que camína está indefenso, aun se podría decir que el caminante está desprovisto, en efecto, de toda fuerza en relación con los autos y los aviones. Pero, también
aquí, la observación era metaffsica.” «Absolutamente indefenso», así se definía el propio Bruno. El caminante está indefensa, porque es aquel que comienza a ser, y no acaba de ser pequeño. Es la marcha de Gaspar, la marcha de lo innombrable.
Y he aquí a lo Pequeño entablando con lo Grande una relación tal que las dos Ideas se comunican y, perrnutándose, forman figuras. El sublime proyecto del iluminado fracasaba en la gran forma, y toda su realidad pasaba a lo achacoso: Aguirre acababa solitario sobre su balsa enlodada teniendo por única raza una camada de monos; Fitzcarraldo se ofrecía como último espectáculo una mediocre compañía operística cantando ante un escaso público y un cerdito negro; y el incendio de
la cristalería no alcanzaba otro desenlace que los obreros juntando los pedazos. Pero, inversamente, los achacosos que marchan en la pequeña forma tienen tales relaciones de tacto con el mundo que hinchan e inspiran la imagen misma, como cuando el niño sordomundo toca un árbol, un cactus, o cuando Woyzeck, al contacto de la madera que está cortando, siente ascender las potencias de la Tierra. Y esta liberación de valores táctiles no se contenta con inspirar la imagen: la entreabre, y reintroduce en ella vastas visiones alucinatorias, de vuelo, de
ascensión o de travesía, como el esquiador rojo en pleno salto en Land des schweigens und der dunkelheit, o los tres grandes sueños de paisajes de El enigma de Gaspar Hauser. También aquí, pues, se asiste a un desdoblamiento análogo al de lo sublime; y todo lo sublime vuelve a hallarse del lado de lo Pequeño. Este, como en Platón, no es menos Idea que lo Grande. En un sentido y en el otro, Herzog habrá demostrado que las gruesas patas del albatros y sus grandes alas blancas eran la misma cosa.
La imagen-movimiento - Gilles Deleuze
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